Vamos a comprobar una cosa. Cierra los ojos y piensa en alguien que sepas que lo está pasando mal.
Variante: piensa en alguien que quieras mucho, y aunque no sepas si lo está pasando mal, imagina que tiene un problema. Sus hijos son mayores y no le hacen caso o sus hijos son adolescentes y le dan muchos problemas, se siente mal, se siente ignorado...
Interactúa respondiendo a estas preguntas:
- ¿Cómo tratarías a esta persona?
- ¿Qué le dirías en esa situación?
- Fíjate en el tono que usas y en los gestos que empleas hacia ella.
- ¿Estás cerca?
- ¿Qué gestos tienes?
- ¿Gritas?
Cuando esa persona está realmente mal y llora, muchas veces se nos ocurre decir que se anime, que pare, que no es para tanto y no dejamos que exprese sus emociones. Si eso te ha pasado o por si te vuelve a pasar, lee el artículo validar las emociones para que sepas lo que hacer.
Ahora vamos a cambiar la perspectiva y eres tú el que lo está pasando mal por algo que ha sucedido o una situación.
Aquí tienes algunos ejemplos: no has estudiado la oposición en una semana, te has olvidado las llaves de la casa rural donde os alojáis y ahora están todos esperando en la puerta y tú tienes que volver a por las llaves, las cosas con tu pareja o con tus hijos no están bien...
Repasa de nuevo las preguntas de antes:
- ¿Cómo te tratarías?
- ¿Qué te dirías en esa situación?
- Fíjate en el tono que usas y en los gestos que empleas.
- ¿Qué gestos tienes?
- ¿Te estás gritando?
¿Te has tratado de manera diferente a ti que a la persona querida?
A veces, somos capaces de ayudar a los demás, pero con nosotros mismos somos muy duros, nuestros peores enemigos. De nada sirve serlo, ha que comenzar a eliminar la crítica porque no sirve de nada.
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