La idea es meditar unos 20 minutos en una postura cómoda, que es la que tienes que procurar mantener durante todo el tiempo.
Intenta no cambiar de postura, pero si lo haces, hazlo de manera consciente y muy despacio. Lo mejor sería no moverte por si sientes la necesidad de estar cambiando cada poco tiempo y eso hará que no te concentres bien.
Es mejor que cierres los ojos y hagas tres respiraciones profundas y después de estas, dejes que tu cuerpo decida cómo quieres respirar y lo haga libremente.
Piensa que tu cabeza está llena de agua con la que has estado fregando durante varios días y tienes que vaciarla, para llenarla de nuevo de agua limpia y transparente.
Para ello tienes que estar presente en el presente, pero tu mente va a intentar sacarte de ahí y llevarte al pasado recordando algo que no te ha gustado o que te hace daño, o al futuro, con pensamientos de las cosas que cree que van a pasar, plasma sus miedos, sus descontentos, sus anhelos de organizar tu vida para que no pase nada malo...
Ella no descansa, si no tiene objeto dentro, lo busca, por eso, para evitar que lo haga, le vamos a dar algo en lo que centrarse, en la respiración.
Primero centra la atención en tus fosas nasales y experimenta la sensación del aire entrando y saliendo. Sigue el ciclo y advierte cuándo comienza cada nueva respiración.
Procura ignorar otro pensamiento que no sea el de la respiración, sonidos, olores, sabores... cualquier estímulo que venga de fuera y pon el foco de atención en la respiración.
Date cuenta de la sensación que estás experimentando de paz y tranquilidad cuando se han acallado todos tus pensamientos y solo estás tú y tu respiración.
No te pongas límites, cuando más veces lo hagas, podrás dominar mejor esos pensamientos y estar durante más tiempo en el presente solo centrado en tu respiración. A medida que esto ocurra, podrás ir aumentando el tiempo.
Y ahora adelante, seguro que te sale muy bien.
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