La forma con la que tendríamos que afrontar cualquier problema que se nos presente que nos haga sentir mal con nosotros mismos, en vez de criticarnos y culparnos.
La palabra compasión o autocompasión no queda muy bien en castellano porque parece que es sentir lástima o pena de uno mismo o de los demás, pero en mindfulness no tiene ese sentido. Como tampoco lo tiene la situación en que nos dejaría que nosotros estemos aquí arriba sintiendo pena por alguien que sufre, como si fuésemos un ser superior que es capaz de entender el sufrimiento pero que no lo experimenta. En realidad el sufrimiento en mindfulness nos equipara a todos los seres humanos y nos hace parte de lo mismo. Nos deja al mismo nivel que los otros porque todos sufrimos.
Por eso cuando es autocompasión no hay que destacar que somos los que más sufrimos y qué pena más grande que nos damos porque soy el que peor lo pasa. Esto no es una competición. Se trata de reconocer el sufrimiento de los demás porque en esencia, es como el nuestro. Y cuando sentimos eso, no estamos solos porque toda la humanidad nos acompaña.
Mostrar compasión o autocompasión no debe ser visto como un signo de debilidad, ya que es la mejor manera de afrontamiento porque:
- Reconocemos que no somos perfectos y no tenemos que llegar a ningún ideal de perfección. Somos personas y cometemos errores pero no por eso se acaba el mundo.
- Aprendemos que todo muda, nada permanece. Hoy hemos cometido un error pero eso no nos define. Después vendrán otros éxitos y más errores. Nuestra valía viene del afrontamiento que se hace de los problemas y de los momentos malos.
- Comprendemos los errores, no los criticamos y los convertimos a un hecho del que siempre se puede sacar algo bueno.
- Aprendemos a superar situaciones difíciles solos porque, a veces, no tendremos a nadie que nos ayude a pasar por eso que estamos pasando. Pero lo que sí es seguro es que tú siempre estarás y te tienes que tratar como lo harían los otros.
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