A continuación tienes varios ejemplos de desatención que se pueden dar en nuestros quehaceres diarios:
Pones unos huevos a cocer, sales de la cocina al servicio y ves que tienes un pelo en la ceja, buscas las pinzas, te quitas ese, revisas el resto y quitas los que vas viendo, piensas en que hace mucho que no te habías ocupado de tus cejas y mientras estás en el baño se empieza escuchar al vecino intentando tocar la guitarra, está aprendiendo y piensas en lo mal que se le da todavía, así que, decides poner música para no escucharle y se te han olvidado los huevos, el agua se evapora...
Sales de casa porque te han llamado para que bajes al portal y te dejas la vela encendida, acompañas a esa persona al banco para que no saque dinero sola y aprovechas para ir a la farmacia que te pilla de paso, y hasta que no estás en la cola de la farmacia esperando tu turno, no te percatas que dejaste la vela encendida...
Estabas escribiendo un e-mail importante por una reclamación de una factura excesiva que te han cobrado, llama una amiga por teléfono, te lías y al final quedáis. Apagas corriendo el ordenador para salir a su encuentro sin recordar que tu correo está a medio redactar...
Coges el móvil para buscar dónde está el restaurante en el que tienes una reserva y al abrir el navegador te salen las últimas noticias, te interesa una, clicas en el enlace y la lees por encima, al final del artículo hay otro enlace que despierta tu curiosidad y clicas también ahí y lees el otro artículo y así vas saltando de uno a otro sin acordarte de que habías desbloqueado el móvil para buscar la dirección...
Generalmente nuestra vida consiste en no poner nada de atención a lo que nos acontece a diario.
Vamos saltando de una cosa a otra, olvidándonos de lo anterior y solo cuando tenemos un momento de calma, somos capaces de recordar lo que hemos dejado de hacer.
Nos dispersamos muy fácilmente, nuestra atención se va y esto ocurre porque vamos muy flojitos de concentración. Nos cuesta mucho meternos plenamente en lo que estamos haciendo y nos distraemos con una mosca.
No nos marcamos un férreo propósito de hacer algo con atención plena o de atender a algo con toda nuestra atención. Saltamos de objeto de atención sin proponernos que solo hay que hacer caso a uno y llevarlo hasta el final.
Nuestro cerebro no requiere que le pongas atención a algunas de las tareas más mecánicas y eso puede ser una de las claves que explicarían lo que hacemos. Muchas veces no recordamos lo que hemos comido, si hemos cerrado la puerta o la llave del gas. No se guardan registros porque no hace falta, se hizo de una manera automática.
La atención consciente nos permite entrenar a nuestro cerebro para que no sea tan despistado, no se distraiga con tanta facilidad, se concentre mejor o vaya más sobrado de memoria. En definitiva, para que seamos personas que están presentes en lo que hacen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario