Este estilo es propio de las personas que en sus relaciones sociales sienten inseguridad y se enfrentan a ello a través de la agresividad. La emoción que predomina en estos casos es la rabia que hace que sean personas tensas, que se alteran y enfadan con bastante facilidad y al contrario de lo que se pueda pensar, también baja autoestima, como las que utilizan el estilo pasivo.
Estos enfados derivan en consecuencias físicas como que suba la tensión y eso, a largo plazo, en dolencias cardiacas.
En las relaciones son controladoras y les gusta mantener el poder. No respectan los sentimientos ni los intereses de los otros e incluso lo que se pretende es llegar a humillar y a someter a los demás.
Se podría pensar que lo hacen para imponer sus deseos a los demás, pero en realidad no lo saben hacer muy porque acaban desencadenando en los otros sentimientos negativos (confusión, desconfianza o resentimiento) y la gente tiende a apartarse o a tener la menor relación posible con ellos.
Para tratar de imponerse usan un tono de voz alto, amenazas, comentarios ofensivos o sarcásticos. Sus frases más habituales son: "deberías", "harías mejor en...", "no te consiento", "esto tiene que ser así" etc. También suelen interrumpir continuamente y cuando intervienen solo saben dar órdenes que los demás deben ejecutar.
Les acompaña una postura echada hacia adelante, intimidatoria y excesiva gesticulación hostil y miran a los ojos de manera inquisitoria, no apartan la mirada.
Esta forma de comunicarse tampoco es muy saludable porque provoca en los demás rechazo. Todos los que pueden huir de las personas que se comunican así, lo hacen y pierden muchas relaciones interpersonales. O si son familiares, se limitan a las mínimas relaciones.
Suelen tener problemas con todo el mundo y lo que existe, en el fondo, una imagen muy deteriorada de sí mismos y una baja autoestima. Cuando se lleva al extremo, puede acabar en maltrato a los familiares más cercanos.