miércoles, 19 de mayo de 2021

Estímulo - Respuesta

Al más puro estilo conductual, cuando hay un estímulo se produce una respuesta, como los perros que salivan cuando suena una campanita porque después va seguida de comida. La de veces que nos comportamos como ese perro de Pávlov o como el resto del reino animal y reaccionamos, sin darnos cuenta en todo ese espacio que hay entre el estímulo y nuestra respuesta.


Estímulo y respuesta

Eres el presidente o la presidenta de tu comunidad, suena el timbre varias veces seguidas y tú te vas a cabrear pensando que se avecina un marrón: algo se ha roto, tengo que llamar a la administración, con algo están descontentos, una gotera, las bajadas se han atascado...

Si vamos con el piloto automático, nada más sonar el timbre, nos iremos ofuscando camino a la puerta, sin pensar en las consecuencias que cada cabreo tiene en tu organismo. Tampoco nos daremos cuenta de cómo ha ido cambiando nuestro cuerpo y de estar bien, feliz o normal, una serie de reacciones, lo han llevado al malestar, sin saber si quiera, lo que hay detrás de la puerta. 

El problema es que esa alteración de nuestro estado de ánimo, se queda con nosotros un tiempo después y peor aún, cada vez que alguien llama a la puerta dos veces seguidas, repetimos la misma reacción con el mismo enfado.


Con lo que no contaban los conductistas es que había un espacio en medio, entre el estímulo y la respuesta. Ahí en medio estamos nosotros, que tenemos la capacidad de interponernos entre el estímulo y la respuesta y crear más opciones, desde no reaccionar hasta hacerlo de maneras diversas y más sanas para nosotros. 

Estímulo, yo y la respuesta

Para aprovechar ese espacio que media entre uno y otro, es necesario desarrollar la autoconciencia y ser conscientes de lo que ocurre en el momento que ocurre. 

Cuando suena la puerta, noto como empiezo a reaccionar, sin tener motivo para ello y lo hago como siempre, con mis patrones de siempre. Y como soy consciente, decido parar esa reacción, controlarla, poner la atención en la respiración, sonreír pensando que ya vienen a darme la lata y estar en un estado más tranquilo. La forma de reaccionar ha sido sin duda, más favorable para el cuerpo, que siempre se lleva la peor parte. 

Repite

Y a partir de ahora, repítase indefinidamente. 

Ya que has aprendido el camino de una reacción correcta, hay que seguir insistiendo. Cuando suene la puerta, para, no dejes que tu reacción se dispare, respira y espera a ver qué hay detrás y así, con todo lo que ocurra. Recuerda que la parte más difícil es hacerse consciente de la reacción en el momento que está pasando, pero una vez dominado eso, pararla está en tus manos.


martes, 11 de mayo de 2021

Pensamientos negativos e irracionales

Los pensamientos negativos e irracionales son dañinos e ilógicos porque no siguen un criterio de realidad y desencadenan emociones y sensaciones negativas. 

Tu cuerpo va a reaccionar a un pensamiento, como lo hace a algo real que está sucediendo en este momento y en este lugar. Por eso son tan peligrosos. De hecho, más del 90% de las reacciones que se desencadenan en el cuerpo, son producto de nuestra mente, por tanto no son reales. Y nos encontramos respondiendo a cosas que no están, bueno, que solo están dentro de nuestra cabeza.  

Pensamientos


 Los pensamientos irracionales más habituales son:


  • Adivinar el futuro
Crees que sabes lo que pasará y te empiezas a preocupar por ello, pero la verdad es que estás añadiendo más angustia a tu vida preocupándote por cosas que puede que no sucedan. Deja de adivinar el futuro y piensa solo en el ahora.
  • Exagera o dramatizar
No ver las cosas que ocurren con objetividad y llevar al extremo o dramatizar todo lo que pasa. Se etiqueta muy rápido un momento malo, por un día malo y una semana nefasta y un mes horrible. Si pensaras en algo peor que puede suceder, en vez de lo que te pasó, seguro que aparecen muchas cosas peores, hay que empezar a relativizar.
  • Minimizar lo positivo
Igual que agrandamos lo negativo, hacemos más pequeño lo positivo. No te alegras mucho porque si lo haces, piensas que llegará más rápido lo malo o dos cosas malas seguidas. Este es quizá el pensamientos que mas me cabrea porque no te permite ni alegrarte cuando algo bueno pasa. Estamos tontos, de verdad.

  • Poner las expectativas muy altas
Siempre esperas demasiadas cosas de las personas y al final, te decepcionan. Claro que lo hacen, pero no por su culpa, ellos son personas que van  y vienen y tienen sus vidas, eres tú quien quiere que hagan esto o lo otro, sin pensar que son seres independientes que piensan y sienten al margen de ti.

Rumiación


Y todos estos pensamiento los podemos estar rumiando infinitamente. Si no se para, los pensamientos volverán y no se lo podemos permitir porque generan estados emocionales con los que no queremos convivir como inseguridad, malestar, ira o ansiedad.

Lo primero es buscarle la lógica a cada uno, que como no la tiene, no se la vais a encontrar y por tanto, descartarlos por absurdos y cuando este tipo de pensamientos aparezcan lo mejor es no luchar contra ellos o se volverán más recurrentes. Solo dejad de atenderlos y centraros en otras cosas que tengáis alrededor, en las cosas que veis y en la respiración.

Inspira, espira. Inspira, espira. Hazlo más lento todavía: inspira… espira… inspira… espira…

Lo que se consigue es dejar de atender a los pensamientos negativos, al quitarles esa atención deben desaparecer y os vais a centrar en vosotros, en el presente y en el ahora, no en un pensamiento irracional que no contribuye en nada al bienestar personal. 



lunes, 3 de mayo de 2021

Costumbres de nuestra mente

No hay nada como saber lo que tiene tu mente por costumbre pensar como para poder empezar a ponerle remedio. Quizá llevas tiempo pensando en que solo te vienen a la cabeza pensamientos de un tipo o de otro, pues si te haces consciente de ellos, ya sabes que hay que controlarlos.

Siempre nos preocupamos por lo mismo, siempre pensamos en un mismo sentido, siempre interpretamos del mismo modo las cosas. Somos muy predecibles porque seguimos haciendo las cosas igual. 

A tu mente vendrán principalmente dos cosas de las que nos ocupamos en otras entradas:

  • Tus propias críticas, fruto de que eres tu peor enemigo y cada vez que haces algo te crucificas poniéndote en lo peor.
  • Pensamientos negativos e irracionales que tu cerebro piensa que son peligros de los que te tiene que advertir.
Y también tiene por costumbre: 

  • El catastrofismo: es una pauta de pensamiento sesgada donde se cierne sobre nosotros cualquier cosa aciaga, calamitosa y desgraciada. Pase lo que pase, nos ponemos en lo peor. El más mínimo contratiempo, un retraso en una llamada, un mensaje que se contesta tarde y ya vemos a las personas muertas, en el hospital, en un accidente o en lo más terrible que nos podamos imaginar.
  • La culpabilización: tenemos la culpa de todo, de todos los males que nos rodean y de todo lo malo que ocurre, pero por el contrario, no somos culpables de lo que nos pasa a nosotros porque de lo que me ocurre a mí, los culpables son los otros. Si creo siempre eso, poco puedo hacer para cambiar las cosas. Porque no tengo el poder para cambiar lo que me ocurre a mí, lo tendrán los demás. Estoy en una total indefensión.
  • Los deberías: rigidez ante lo que ocurre en la vida. Si pasa esto, debería hacer esto. Si pienso esto debería hacer esto otro... multitud de reglas que dirigen la vida quitándole la necesaria flexibilidad para afrontar determinados giros inesperados.
  • Leer la mente: sabemos exactamente lo que piensan los demás de todo y además, de mí. Sé lo que piensa cada persona de mí. Creemos que les conocemos y sabemos las razones por las que están preocupados o alegres, como si los hubiéramos parido.
  • El perfeccionismo: tenemos un ideal de perfeccionismo y si algo no es perfecto, ya no nos sirve. Cuesta llegar a esa perfección absoluta, por eso, casi nada lo es, pero tiene que serlo o no lo querré. Ese perfeccionismo también nos engulle a nosotros mismos creándonos una autoexigencia donde nunca llegamos. Siempre corriendo detrás de la idea de perfección y donde no le llegamos ni a la suela de los zapatos. Es una buena fuente de estrés.
¿Eso qué va a provocar? Que te encuentres en un estado de ansiedad y estrés, que sin llegar a ser patológicos, por el momento, son como una losa con la que tienes que ir de un lado para otro, dificultando tu devenir diario.

Desenfocado

Y al final lo que conseguimos es ver las cosas de manera desenfocada, no como realmente son porque a todo le ponemos un poquito de nuestra cosecha: un debería, una culpa o unas gotas de perfeccionismo.

Estos patrones o sesgos de pensamiento harán que afloren sentimientos muy poco deseados que alterarán tu estado de ánimo. Y al llevar tanto tiempo arraigados en tu mente, se convierten en auténticos círculos viciosos de los que es difícil escapar.

Círculo vicioso


Por tanto, si pensamos al contrario, nuestro cuerpo reaccionará bien y nuestro estado de ánimo no se verá alterado.

Además, solo hay que entender que un pensamiento, como una emoción, no eres tú, es tuyo, pero no te define, no te representa, es algo pasajero y es tan solo una interpretación que haces de la realidad.

Mindfulness nos ayuda en esta tarea de romper el círculo vicioso porque permite que todo lo que llegue a la mente esté ahí siguiendo estas pautas:

  • No me lo creo.
  • No me identifico.
  • No juzgo.
  • No lucho.
  • No me enfrento.
  • Solo observo.
  • Me hago consciente de su aparición.
  • Veo cómo viene y se va.

Un ejercicio que te ayudará con esto es tumbarte a ver las nubes. Ellas aparecen, permanecen un tiempo en tu campo de visión, pero se van, simplemente pasan. Pues igual con tus pensamientos.

Nubes

Ellos pasarán, algunos merecerá la pena que actúes, pero la mayoría no. La idea es llegar a dominar nuestra mente y no al contrario. No dejarnos dominar ni arrastrar por los pensamientos, si no tener la capacidad de poner decidir, por cuál nos podemos mover o preocupar y por cuál no.